LA LEGENDARIA OKIKU: LA MUÑECA POSEÍDA
La historia comienza con una niña japonesa llamada Kikuko de tres años de edad que en 1932 contrajo una grave enfermedad que la obligó a guardar cama durante algunos meses. Durante su convalecencia, el hermano de Kikuko visitaba la ciudad de Hokkaido (Sapporo), decidió comprarle una simpática muñeca a la que bautizó Okiku.
Kikuko, pese a estar muy enferma, no se separaba de ella y la cuidaba a conciencia para que no sufriese daños. No obstante, la niña iba empeorando ferozmente y, en Enero de 1933, falleció tras pasar algo más de cinco meses en la cama.
Como es costumbre en Japón, el día de la cremación del cadáver colocaron los objetos que la niña más adoraba para que se quemasen junto a ella, pero debido al gran dolor de su pérdida, la familia de la niña decidió no deshacerse de la muñeca, colocándola algunos días después en un altar casero junto a las cenizas de la pequeña.
Con el paso del tiempo, la familia comenzó a percibir como los pelos de la muñeca comenzaban a crecer, por lo que decidieron llevarla a un templo situado en Hokkaido. Hoy en día, y desde hace muchos años, es visitado por miles de curiosos dispuestos a comprobar dicho misterio. El pelo de la muñeca sigue creciendo día a día y ya supera los 25 centímetros. Y según los monjes a su cargo cada año se lo cortan un poco. Además, hay quien asegura que los labios de la muñeca, antes estaban cerrados, ahora permanecen abiertos y con un toque de humedad, y que sus ojos fijos parece que miran al visitante como si tuviese vida propia.
Kikuko, pese a estar muy enferma, no se separaba de ella y la cuidaba a conciencia para que no sufriese daños. No obstante, la niña iba empeorando ferozmente y, en Enero de 1933, falleció tras pasar algo más de cinco meses en la cama.
Como es costumbre en Japón, el día de la cremación del cadáver colocaron los objetos que la niña más adoraba para que se quemasen junto a ella, pero debido al gran dolor de su pérdida, la familia de la niña decidió no deshacerse de la muñeca, colocándola algunos días después en un altar casero junto a las cenizas de la pequeña.
Con el paso del tiempo, la familia comenzó a percibir como los pelos de la muñeca comenzaban a crecer, por lo que decidieron llevarla a un templo situado en Hokkaido. Hoy en día, y desde hace muchos años, es visitado por miles de curiosos dispuestos a comprobar dicho misterio. El pelo de la muñeca sigue creciendo día a día y ya supera los 25 centímetros. Y según los monjes a su cargo cada año se lo cortan un poco. Además, hay quien asegura que los labios de la muñeca, antes estaban cerrados, ahora permanecen abiertos y con un toque de humedad, y que sus ojos fijos parece que miran al visitante como si tuviese vida propia.
Pues a mí, me ha puesto los pelos de punta,muy bueno Joan, besitos.
ResponderEliminarYa sabes Nuria.
ResponderEliminarSi tienes alguna muñeca en casa, asegúrate de que no le crece el pelo.
Besos.
Jeje, así lo hare, besucos.
ResponderEliminar