CRÓNICA DE UNA CITA
El pasado sábado 23 de marzo, como todos sabéis, tuvimos una
cita muy especial (por varios motivos).
En Olot, la capital de la Garrotxa, habíamos preparado un
encuentro con los escritores Francesc Miralles y Rocío Carmona.
Esto es lo que sucedió.
Como en todos los eventos, hay sucesos que uno no puede
prever ni imaginar.
Sobre las 18h. de la tarde recibí un Whatsapp que decía: “a 4 kilómetros de Olot”.
Mis nervios se dispararon. Eran ellos. Y salí a toda pastilla a
esperarlos.
Cuando me dirigía a nuestro punto de encuentro una llamada
me sobresaltó.
“Joan, creo que nos hemos perdido”, me dijo.
Perderse en Olot no tiene ningún misterio. Al igual que en
otras ciudades, si te vas a la derecha en lugar de seguir recto, puedes
terminar dando palos de ciego sin parar. Lo más sensato es detenerse y buscar una solución.
Tras indicarme dónde se encontraban, fui a por ellos.
No sabía que coche llevaban.
Llegué con el coche a 20km/hora, mirando, nervioso, a un
lado y al otro. Revisando cada automóvil. Esperando que el movimiento de alguna
silueta en su interior me dijera que eran ellos.
Y los vi.
Aparqué el coche y salí disparado.
Besos. Abrazos. La emoción me salía por las orejas.
Desde allí, me siguieron por las calles de la ciudad hasta
un aparcamiento en el centro.
Eran ya más de las 18h. de la tarde y el cielo, cubierto de
unas nubes compactas y amenazantes, nos advertía de la inminente descarga.
Estuvimos hablando todo el trayecto (ponerte al día en unos minutos no es fácil) que hicimos andando
hasta la Llibrería Drac. Fuimos al encuentro de Irene, la amable dueña. No
sabíamos si nos permitirían la entrada para preparar el teclado.
Irene nos dijo que “ningún problema” y salimos contentos hacia Can
Trincheria.
En ese momento mi faceta de patoso entró en juego. No sé si fue por culpa de la mezcla
de nervios, emoción, las ganas de comenzar la charla o que entré la calle desde
otro punto, pero no encontré el local.
La perspectiva había cambiado. "Dios Santo, ¡¿dónde se ha ido
el edificio?!", pensé.
Aunque os haga gracia, a mi no me hizo ni un pelo. Estaba
completamente atónito y desconcertado.
Sin saber qué pensar preguntamos a una amable vecina que,
con los ojos abiertos como platos dijo: “está justo ahí detrás”.
¿Por qué los nervios nos juegan éstas malas pasadas?
Una vez en el edificio, me lo quité de la cabeza y dejamos las cosillas que llevábamos;
teclado, bolsas…
A Francesc se le fueron los ojos a un piano (antiguo y extremadamente
bien conservado) que custodiaba la entrada a la sala de actos. Estoy convencido
que de no ser por el cartel que rezaba “No Tocar”, hubiera deslizado sus dedos
por las añejas teclas.
Dimos un paseo por el edificio, una casa señorial de la
ciudad, increíblemente bien conservada. Un estilo capaz de llevarte al pasado; camas altas, cortinas de punto, frescos en las paredes y
techo, cerámica y (el detalle gótico) las cruces y figuras religiosas.
Mientras probábamos la acústica de la sala (que realzaba la
voz sensual de Rocío), me maravillé de lo afortunado que me sentía.
A partir de ese momento, el reloj se volvió en nuestra
contra.
Todo tenía que estar perfecto.
Llegó Irene y colocó una mesa con las novelas de Francesc y
Rocío; Retrum, Oblivion, la dieta espiritual y la luz de Alejandría de
Francesc; y la gramática del amor y el corazón de Hannah de Rocío. Yo dejé unos
puntos de libro de mi blog y se puso a la venta el último disco de Nikosia, la
banda de Francesc y Rocío.
Los dos genios prepararon su actuación y desaparecieron para
transcribir unas piezas de su repertorio.
Entró en escena Clara Sánchez-Castro, nuestra presentadora.
Hablamos un ratito y la gente comenzó a llegar.
Como marca la tradición, el acto empezó con retraso por si
algún rezagado llegaba tarde. Ajeno a nosotros, el tiempo descargaba en el
exterior la lluvia que muchos otros deseaban con ganas.
¡Madre mía que taquicardia!
¡Me saltará el corazón!
Clara rompió el silencio con una presentación biográfica de
los autores. Habló de sus novelas y aportó un tono de humor que aligeró
tensiones.
Me presentó.
“Hay que no me salen las palabras”, pensé.
Disculpadme, era mi primera presentación.
Pero la conversación fluyó y mi corazón no se movió de su lugar en el pecho. Nos reímos y poco a poco los nervios se diluyeron.
Tras la charla llegó el silencio, y con él, el momento de
escuchar a Nikosia.
Si ya me gustan sus discos, en directo mucho mejor.
La dulce y sensual voz de Rocío acompañada por las notas
vibrantes de Francesc, bailaron en la sonoridad perfecta de la sala.
Se nos hicieron cortas, pero intensas.
Tras la delicia musical llegaron los agradecimientos y la
despedida.
Firmaron sus obras y algún disco.
Al salir del edificio llovía a mares.
Francesc hizo una sesión fotográfica a la fotogénica Rocío en el portal de Can Trincheria mientras esperábamos a que despejara.
Francesc hizo una sesión fotográfica a la fotogénica Rocío en el portal de Can Trincheria mientras esperábamos a que despejara.
No lo hizo.
Nos armamos de valor y salimos bajo la lluvia.
Y sí. Llegamos al coche empapados.
Hay quien se despide bañado en lágrimas. Nosotros lo hicimos
de la primera lluvia de primavera. Puede que no sea nada mágico, pero yo creo
que si. Como toda planta precisa de agua para crecer y hacerse fuerte, esa
lluvia nos regó haciendo nuestra amistad un poco más grande y fuerte. Y
permitió que el poco tiempo que estuvimos juntos lo sintiera muy intenso.
Antes de cerrar esta entrada, me gustaría decir un par de
cosas. La primera es que en la librería Drac podéis encontrar el disco de
Nikosia. Gracias a Irene, todo el que lo desee podrá adquirirlo al igual que
los libros a los que pertenecen sus temas.
Mañana iré a echar unas fotos a la librería y le dedicaré un
entrada.
La segunda es agradecer a Judit su presencia en el
encuentro. Es por personas como tú que merece la pena montar éstos actos. La
ilusión que brillaba en tus ojos no tiene precio.
El vídeo y las fotos de la entrada pertenecen a Judit R.C.
¡Mil gracias por registrarlo!
Una crónica muy sentimental. :-) Mola!!
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